El primer impacto de la pandemia está pasando. Los países del mundo tratan todavía de concretar las cifras de afectados y fallecidos y entender: qué ha pasado y por qué ha pasado así y por qué en algunos países la situación ha sido más grave que en otros. Ahora, reflexionan para saber cómo reaccionar y cuáles son los pasos que tendríamos que dar.
Parece que nadie entiende bien la situación en su desarrollo, y es normal, porque no tenemos una bola mágica que nos permita ver (o adivinar) el futuro. Los gobiernos están gestionando esta situación bajo la presión del miedo de la inquietud social y de una pérdida de control, pero no porque tienen clara estrategia de gestión.
Desgraciadamente, la humanidad, a pesar de su grandeza en lograr cohetes espaciales y desarrollar los startups de Silicon Valley, no estamos preparados para combatir una cosa tan “sencilla” como la amenaza de un virus y no tenemos remedio infalible sino proclamar una cuarentena como única medida de lucha tal y como lo haríamos en la época medieval. Está bien. No tenemos aún la tecnología y la medicina suficientemente desarrollada.
Las personas nos hacemos muchas preguntas relacionadas con esta pandemia que estamos viviendo. Cierto es que, tenemos pocas respuestas, e, incluso, menos claridad. A un nivel personal y global nos preguntamos: ¿Cuál será nuestra estrategia? ¿Volverá la vida de antes de la crisis? ¿Cuáles son las medidas a corto plazo y a largo plazo? Pues bien, algunas respuestas no las podemos tener todavía ya que la ciencia sigue estudiando el virus y sin estas respuestas es poco probable formular la estrategia definitiva. Pero, ¿la táctica para el futuro cercano? De esta tenemos que encargarnos ya.
A lo mejor los gobiernos de países europeos se están haciendo las mismas preguntas y preparando las medidas de actuación. Más les vale si lo hacen porque eso puede marcar la diferencia entre una catástrofe y una buena gestión de la crisis. Se puede medir esta diferencia en las vidas humanas, además.
El invierno se avecina y desde luego, la cuestión más importante que podemos plantearnos es si realmente se espera una segunda oleada de COVID-19 en el próximo otoño. Según informes científicos existe una gran posibilidad que si. Además, cuanto más estricta haya sido la cuarentena, más serio puede ser un rebrote para las personas, que estuvieron en sus casas y evitaron el contagio, pero, que por consecuencia no adquirieron la impunidad y ahora no contribuyen a esa famosa inmunidad de rebaño.
Entonces tendríamos que prepararnos ya, para llegada masiva de miles de personas que irán a los hospitales en el periodo de octubre a mayo de 2020/2021. Asimismo, deberíamos poder asumir otro confinamiento que duraría meses en esta época. Siendo consciente de esta posible situación y en ausencia de una vacuna, entiendo que necesitamos aprovechar estos seis meses que nos quedan por delante.
Y ¿cómo podemos aprovechar este tiempo? Pues tomando las medidas más adecuadas. Medidas que no sólo podrían ayudarnos en la gestión del posible rebrote de la pandemia sino también podrían solucionar algún porcentaje de problemas de la economía que ya tenemos presentes.
Dividiría las medidas necesarias en tres grupos y fíjese que esta lista no es una lista completa, ni mucho menos. Es sólo una pincelada para pensar y reflexionar. Pero “vamos al lío”:
Protección en el sector de salud pública.
Todos somos virólogos en estos momentos. Yo no lo soy, por lo cual solo puedo repetir las palabras de mejores especialistas en esta materia. Hasta que tengamos una vacuna no estamos a salvo. Eso si es posible tenerla. Ojalá que sí.
Otra cosa que dicen los médicos es que el desarrollo de esta enfermedad es muy rara. Hasta un 50% de los pacientes son asintomáticos y algunos mueren. Pero menos mal en el siglo XXI los médicos tienen muchas plataformas para compartir sus conocimientos. Seguir pienso que sabremos más muy pronto.
Por último, parece que nos faltan los médicos. Faltan físicamente. Porque representan uno de los grupos más vulnerables y se infectan primeros. Ojalá que ya tengan la inmunidad, pero no sería una idea descabellada preparar un “ejército de enfermeras/os y auxiliares”. Ahora que nos da un poco tiempo.
Necesitamos tener una gran reserva de mascarillas, gafas de laboratorio, guantes, sanitizers y cualquier otro tipo de consumibles y elementos relevantes, así como máquinas de UCI. Para hacerlo los países podrían reorientar la producción existente dentro del país y/o abrir nuevas capacidades productivas (lo están haciendo ahora). Con esta medida también crearemos nuevos puestos de trabajo que es imprescindible para esta época de desempleo.
Una cuestión importante seria producción de los fármacos que se comprobaron efectivos contra COVID-19. Aunque todavía no tenemos los protocolos ¨normales¨ de la medicina de evidencia, pero “cualquier puerto con tormenta”.
No estaría mal construir específicamente nuevos hospitales para pacientes con COVID-19. Esto también puede crear nuevos puestos de trabajo. Pero lo más importante es que durante el rebrote previsto podríamos asegurar que la gente con otras dolencias pueda ser atendida como siempre mientras aumentemos la cantidad de las camas para pacientes con COVID-19. Es decir, aumentamos la capacidad del sistema sanitario y al mismo tiempo evitamos que los pacientes “tradicionales” teman acudir a los hospitales, por miedo a infectarse si acuden.
Una colaboración efectiva con las mejores clínicas del mundo tanto en forma de contratación de clínicas privadas como por la opción de involucrar a los mejores especialistas en consultas remotas, (virtuales) o presenciales. En las consultas “remotas”, también tenemos la oportunidad de promover la difusión de la telemedicina.
La seguridad alimentaria.
Temo que, con las fronteras cerradas, Europa corre el riesgo de perder la cosecha de este año y esto sería muy desafortunado, de riesgo y peligroso. Los agricultores y personas del sector agrario del extranjero tendrían que poder entrar en Europa en verano y los gobiernos tendrían que asegurar el suministro de todo tipo de alimentos en otoño. Para evitar el pánico, la ciudadanía debería tener claro que tenemos suficiente alimento en nuestros almacenes.
Parece importante fijar los precios de productos vitales pagando subvenciones a los productores. Sería una buena manera de inyectar dinero a la economía. Además, sería un gesto simbólico a la sociedad por parte del gobierno, bajar los precios de algunos productos. Una señal de estabilidad del sistema.
Medidas en economía y vida social.
La base de cualquier economía de mercado son las pequeñas y medianas empresas. Éstas han sufrido un terrible impacto en el primer ataque de la pandemia. Sería importante que miles de los restaurantes y las peluquerías pudieran abrir sus puertas inmediatamente, para salvarse. Compensar a propietarios de estos negocios con liquidez si este dinero no es el resultado de las actividades económicas a corto plazo puede resultar en una inflación enorme y después en una depresión larga. Hay personas que no pueden ingresar dinero tras haber perdido su trabajo y por tanto necesitan la ayuda del estado y hay otras que pueden trabajar e ingresar dinero. Si es así se les debería dar esta posibilidad.
Durante esta época en la que el gobierno es el perentorio agente económico, quizás debería anunciar vacaciones para todos tipos de impuestos y pagos, especialmente para empresas que mantienen su personal. A veces es igual de efectivo dejar de pedir (cobrar impuesto) que dar (subvenciones y ayudas).
El gobierno quizás necesita hablar con la ciudadanía emitiendo señales claras, con las cifras adecuadas e información comprobada. Una parte del problema en esta primera ola de la pandemia fue la falta de la uniformidad en la información oficial. Cada país estaba calculando las cifras de manera diferente, con unas metodologías distintas y resultados poco coherentes y comparativos (un ejemplo).
Necesitamos abrir las fronteras dentro de la UE cuanto antes mejor, pero en todo caso siempre antes del verano. Hay que aliviar y dar un respiro a la economía e invertir estos cinco-seis meses hasta el próximo rebrote previsto con el mayor beneficio posible para la misma.
Tanto las empresas privadas como los organismos oficiales tendrían que aprovechar este momento y adaptarse a esta nueva normalidad con el tele-trabajo donde sea posible. Es un tiempo perfecto para implantar el estado digital. Basta de perder el tiempo en las largas colas de muchos establecimientos. Lo que antes era una pérdida de tiempo, ahora se le suma el riesgo.
El sector de transporte de alimentos y otras mercancías se hace muy importante, especialmente para los grupos vulnerables. Que puedan ir a las casas a llevar los productos en lugar de tener que ir a la tienda. Eso lo hacen algunos negocios y parece que lo hacen bastante bien.
Metafóricamente hablando, si aplicamos estas y muchas otras medidas, podríamos abordar la locomotora del tren de nuestra sociedad que, por un lado mitigara consistencias de un posible rebrote de la pandemia y por otro, nos acercara a una economía sostenible.
El invierno se acerca como decían en Juego de tronos. Tenemos que asegurarnos que venga sin pérdidas innecesarias.